dilluns, 18 de maig del 2009

Desaparèixer

El testigo

En un establo que está casi a la sombra de la nueva iglesia de piedra, un hombre de ojos grises y barba gris, tendido entre el olor de los animales, humildemente busca la muerte como quien busca el sueño. El día, fiel a vastas leyes secretas, va desplazando y confundiendo las sombras en el pobre recinto; afuera están las tierras aradas y un zanjón cegado por hojas muertas y algún rastro de lobo en el barro negro donde empiezan los bosques. El hombre duerme y sueña, olivdado. El toque de oración lo despierta. En los reinos de Inglaterra el son de campanas ya es uno de los hábitos de la tarde, pero el hombre, de niño, ha visto la cara de Woden, el horror divino y la exultación, el torpe ídolo de madera recargado de monedas romanas y de vestiduras pesadas, el sacrificio de caballos, perros y prisioneros. Antes del alba morirá y con él morirán, y no volverán, las últimas imágenes inmediatas de los ritos paganos; el mundo será un poco más pobre cuando este sajón haya muerto.

Hechos que pueblan el espacio y que tocan a su fin cuando alguien se muere pueden maravillarnos, pero una cosa, o un número infinito de cosas, muere en cada agonía, salvo que exista una memoria del universo, como han conjeturado los teósofos. En el tiempo hubo un día que apagó los últimos ojos que vieron a Cristo; la batalla de Junín y el amor de Helena murieron con la muerte de un hombre. ¿Qué morirá conmigo cuando yo muera, qué forma patética o deleznable perderá el mundo? ¿La voz de Macedonio Fernández, la imagen de un caballo colorado en el baldío de Serrano y de Charcas, una barra de azufre en el cajón de un escritorio de caoba?

Jorge Luis Borges

Podria dir moltes coses, però ni les vull dir totes ni sé massa com dir-les. Massa paraules, massa llàgrimes, un pes al pit que encara és massa insistent. Massa temps i massa poc.

Llegeixo per enèsima vegada una barra de azufre en el cajón de un escritorio de caoba i em fascina la màgia de les paraules, però sé que no. Que no és això. Que la nostra pròpia mort ens és del tot indiferent, perquè l'única mort que importa és la dels altres. I, al mateix temps, que no es tracta de preguntar-se què desapareixerà, sinó què quedarà: què deixarem, als altres, perquè puguin anar tirant?

Jo, afortunada de mi, sé des del primer dia que me'n vas deixar tantes, de coses...!

I la ironia de dir-te que... per molts anys.

[living in my head]


Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada